Vestidos de falsos demócratas, los miembros del partido en cuestión han ido desapareciendo de la vida política, sin más ruido, dejando tras de si una estela de visitas al juzgado, de imputaciones, de testimonios cuanto menos sorprendentes. No se han visto esposados, de momento, pero todo es posible, y algún periódico trata de suavizar las noticias, nada comparable a la actitud tomada con otros casos de corrupción acaecidos hace pocas fechas.
La pregunta que se hace ahora la opinión pública es si se va a devolver todo ese dinero del que se está hablando, de si todo eso va a revertir en los ciudadanos. Seguramente no, se habrá difuminado en comisiones, en entramados de cuentas del que nunca se encuentra el extremo, y se pasará por encima, sin más pena que gloria, dejando paso a nuevos dirigentes con el expediente a cero, pero dispuestos a volver a empezar.
Los ciudadanos, tal como hicimos hace algunos días, debemos reivindicar nuestro derecho a ser liderados por personas decentes, demócratas de verdad, que busquen el bien común en beneficio de todos, y no la ampliación de su patrimonio mientras dure el circo. Demos la oportunidad a partidos que nacen desde la ciudadanía y para la ciudadanía, y plantémonos ante todos los que, echando mano de una conciencia que nunca usaron, hacen llamamientos a la transparencia, cuando su pasado y su presente están llenos de claroscuros, de mayor o menor tamaño.
La legislatura, si algún otro golpe judicial no lo remedia, se agotará en estas pésimas condiciones de gobernabilidad, y la oposición seguirá más preocupada de lo que va a ocurrir que de lo que está ocurriendo. Las islas llevan tiempo paralizadas, viéndolas venir, participando de la tragicomedia en la que nos hemos visto inmersos, con personajes de primera fila, tramoyistas y algún que otro bufón. Sírvanse ustedes, y disfruten del espectáculo, que esto todavía no ha terminado.