Cuentan los que han visitado algunas regiones de Sudamérica que la palabra “patota” suele referirse a un grupo (normalmente de jóvenes) que suele violar las normas sociales de comportamiento público. Descubrir que hay vocablos al otro lado del atlántico que definen lo que está ocurriendo en el gobierno de nuestra comunidad, te hace valorar cada día más la grandeza de nuestro idioma.
En plena cumbre por tierras alemanas, las imágenes reflejan con gran claridad la hipocresía de nuestros gobernantes. Los líderes políticos que se anclan a los escaños que nos representan utilizan diferentes varas de medir según su conveniencia, y hacen, al fin y al cabo, uso de su poder político para llevar a buen fin sus intereses particulares o partidistas.
Y la situación se agrava claramente al padecer un gobierno hexapartito, en el que cada vértice estira buscando su beneficio, deshaciendo el suelo del actual formato de gobierno. Mientras tanto, los que estuvieron antes, desalojados del hábitat que siguen creyendo que les pertenece, desdibujan sus diferencias con algunos partidos para convertirlas en acuerdos, desestabilizando así lo que nunca fue estable.
Ese pacto que hace ya un tiempo asombró a la plenitud del pueblo balear ha vivido desde su creación en la cuerda floja, al borde de la ruptura, jugando con una pelota que a todos les viene grande, y que a duras penas mantienen en el aire, como un malabarista fracasado.
Los líderes del Pacto han exhibido una cordialidad inexistente, mientras su pequeña criatura vive la peor crisis desde su constitución y se encuentra acorralada mientras espera que la enésima negociación le saque de su hastío.
Así pues, ese gobierno de joven formación, que supo estar preparado para asaltar el viejo fortín de los de siempre, se sienta ahora en patota, sin saber muy bien por qué, para hacer no se sabe muy bien qué, pero con el único objetivo de evitar que aquellos que lo hicieron demostradamente mal no tengan la oportunidad de repetir sus hazañas.
¿Debemos, pues, los ciudadanos, conformarnos con gobiernos en patota, menos malos que otros anteriores, o deberíamos buscar fórmulas que nos permitan tener una voz real entre nuestros gobernantes? Ya hay nuevas formaciones que trasladan la voz de la calle a diferentes niveles, que respiran aires nuevos, limpios de clientelismos, y que nos permiten apostar por el cambio real, el de la política en beneficio de todos.
En plena cumbre por tierras alemanas, las imágenes reflejan con gran claridad la hipocresía de nuestros gobernantes. Los líderes políticos que se anclan a los escaños que nos representan utilizan diferentes varas de medir según su conveniencia, y hacen, al fin y al cabo, uso de su poder político para llevar a buen fin sus intereses particulares o partidistas.
Y la situación se agrava claramente al padecer un gobierno hexapartito, en el que cada vértice estira buscando su beneficio, deshaciendo el suelo del actual formato de gobierno. Mientras tanto, los que estuvieron antes, desalojados del hábitat que siguen creyendo que les pertenece, desdibujan sus diferencias con algunos partidos para convertirlas en acuerdos, desestabilizando así lo que nunca fue estable.
Ese pacto que hace ya un tiempo asombró a la plenitud del pueblo balear ha vivido desde su creación en la cuerda floja, al borde de la ruptura, jugando con una pelota que a todos les viene grande, y que a duras penas mantienen en el aire, como un malabarista fracasado.
Los líderes del Pacto han exhibido una cordialidad inexistente, mientras su pequeña criatura vive la peor crisis desde su constitución y se encuentra acorralada mientras espera que la enésima negociación le saque de su hastío.
Así pues, ese gobierno de joven formación, que supo estar preparado para asaltar el viejo fortín de los de siempre, se sienta ahora en patota, sin saber muy bien por qué, para hacer no se sabe muy bien qué, pero con el único objetivo de evitar que aquellos que lo hicieron demostradamente mal no tengan la oportunidad de repetir sus hazañas.
¿Debemos, pues, los ciudadanos, conformarnos con gobiernos en patota, menos malos que otros anteriores, o deberíamos buscar fórmulas que nos permitan tener una voz real entre nuestros gobernantes? Ya hay nuevas formaciones que trasladan la voz de la calle a diferentes niveles, que respiran aires nuevos, limpios de clientelismos, y que nos permiten apostar por el cambio real, el de la política en beneficio de todos.
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