lunes, 20 de abril de 2009

El Cervantes penaliza el castellano

Imaginar una situación como la del alumno ibicenco al que le deniegan el uso de su idioma materno en un examen era, a mi entender, algo que ya habíamos superado hace muchos años, que mi generación y las venideras no tendría que vivir, y que formaría parte de esos recuerdos que nos cuentan nuestros mayores y nos resultan tan lejanos.

Pero parece ser que debemos estar preparados para cualquier cosa. Y la verdad, no me extraña. Quien conoce un poco las facultades de Magisterio en Baleares sabe de sobra que los alumnos entran buscando un título que les permita educar, y salen como un afiliado virtual al nacionalismo catalán, sin apenas formación didáctica.

La directora del centro donde han ocurrido los hechos recuerda que el proyecto lingüístico del centro prevé impartir casi todas las asignaturas en catalán, y que el alumno pretendía responder al examen en castellano. El padre del alumno cree que con esas actuaciones se vulneran los derechos del niño. Y todo esto en un colegio llamado Cervantes…

No tengo ninguna duda que este fanatismo lingüístico, unido al bajo nivel del profesorado y de la falta de criterios de valoración adecuados son factores que influyen negativamente en la calidad educativa de nuestras islas. No basta con dedicar más dinero a educación, no basta con tener profesores formados en conocimientos, sino también en didáctica y en valores. No es posible que una profesora haga avergonzar a un alumno porque habla en castellano en casa. A esa profesora nadie le ha enseñado que encerrándose en una isla de sonidos dejas de escuchar otros quizás más bonitos, seguramente enriquecedores.

En estos casos se pone en juego la libertad de elección, y no la lengua de comunicación en la que defiendas tus libertades. El padre del alumno, haciendo uso de la lógica, ha declarado hoy que “quiero abrirle el mundo a mis hijos, no encerrárselos”. Si por mi fuese, le ofrecería un puesto de profesor en alguna de estas universidades que forman a nuestros profesores. Quizás más gente como él haría que tuviésemos menos gente como esa profesora.

Y a todo esto, el pobre Cervantes no hace uso de tu turno de réplica por miedo a que le critiquen al hacerlo en castellano. Si yo fuese él, me aparecía esta noche a la directora del centro obligándole a cambiarle el nombre.

jueves, 2 de abril de 2009

Sacar la lengua


Durante estos meses pasados los sindicatos de médicos, diversas asociaciones, partidos políticos y movimientos ciudadanos se han opuesto a la aprobación del decreto que regula el catalán en la Sanidad Balear. Pero al final, el Govern lo ha aprobado, se ha lanzado por el imparable tobogán de la indecencia y se ha propuesto montar el circo normalizador para domar a todas las fieras vestidas de médico que osen aparecer por las islas. Y que a nadie se le ocurra criticar dichas actuaciones, porque pondrán sus armas de incomunicación a funcionar y rebuscarán en lo más profundo de tu pasado, de tu expediente, de tu vida, para dejarte con las vergüenzas al aire, intentando así minusvalorar tu credibilidad.

El conseller ha insistido en que los médicos tendrán dos años para certificar su conocimiento, y días antes de las manifestaciones han rebajado las exigencias, difuminando lo que antes parecían principios inamovibles. Quizás es que alguien se dio cuenta de que apenas un médico ha pedido Baleares como destino, y decenas de ellos han iniciado un éxodo que nos deja vacíos difíciles de cubrir, y se lleva experiencia y buen hacer demostrado durante años. ¿Nos compensa a los pacientes de las Baleares que se nos cambie experiencia por dominio de un idioma? ¿Terminará pasando factura los continuos despropósitos lingüísticos que se nos presentan en un futuro cercano? La sociedad mallorquina no termina de ser consciente de la repercusión que puede suponer el hecho de desmontar un sistema sanitario basado en gran parte en médicos peninsulares, que hacen uso de una lengua (de las dos co-oficiales de las que disponemos) para ejercer su profesión.

Manifestarse es una forma de guiar a los no conscientes hacia el camino de la lucidez, descubriéndoles las facetas menos agradables de los representantes que han elegido. Valga todo esto para que una sociedad conformista, dispuesta a tragar con cualquier noticia, sea cual sea el alcance de la misma, comience a abrir los ojos y pueda dar paso, en un futuro no muy lejano, a nuevas formas de entender la sociedad, la cultura, la política. Ojala y la lengua, en ese momento, deje de ser un instrumento de presión política y pase a ser una herramienta más de comunicación, tan importante como otras, tan compatible con otras, tan libre como otras.