lunes, 21 de marzo de 2011

Zapatero no es Zapatero

Desde el gobierno no han desaprovechado ninguna ocasión durante este fin de semana para negar cualquier ápice de paralelismo entre Libia e Irak. Algunos se han preocupado en convencernos a todos de que el conflicto en Libia, que ha supuesto el envío de tropas de varios países europeos, entre ellos España, y EEUU, no es comparable al conflicto irakí.

Pero, ¿alguien había comparado las dos situaciones? Tanto interés en romper cualquier parecido hace que, los que no habíamos pensado en ello, estemos hoy dándole vueltas a esa idea. Seguramente el efecto contrario al que esperaban conseguir.

Si lo pensamos, este gobierno ha sido especialista en reinventarse, en metamorfosear cualquier opinión para convertirla en la más adecuada en cada momento. Ocurrió con las nucleares, ocurrió también con la crisis, con los datos del paro… Nos tiene acostumbrados a no tener convicciones firmes sobre ningún tema. Y eso, lejos de tranquilizar, nos preocupa, porque esa misma imagen que nosotros comprobamos diariamente, es observada por nuestros vecinos europeos, y por las agencias internacionales, y por los inversores.

Lo de Libia, lejos de ser una nueva misión de paz como la de Afganistán, es una guerra (como la de Irak), contra un tirano que reprime a su pueblo (como en Irak con Sadam). Libia es, mal que nos pese, un productor de petróleo y gas que nos abastece (motivo añadido al humanitario, como en Irak), y eso lo convierte en un escenario en el que debemos estar (…)

La vida le ha devuelto a Zapatero un segundo escenario en el que retratarse, y éste, lejos de amilanarse, ha cambiado flores por fusiles, ha cambiado críticas por halagos y, orgulloso, ha mandado a nuestras tropas junto con la de nuestros aliados internacionales (miren, aquí una diferencia: en otras ocasiones las retiró sin consenso internacional).

Si es cierto que muchas cosas están haciendo diferente este conflicto: no hay personas en las calles dejándose la garganta contra los partícipes de esta nueva guerra, a nadie le han preocupado los civiles que han muerto o van a morir durante los ataques aliados, y mucho menos que en este caso, los soldados españoles si vayan a formar parte de las ofensivas.

Esta gente de la ceja está hoy con los ojos puestos en otros lados, alejados de los derechos que hace unos años defendían por las calles de nuestro país. Esta vez los civiles no son tan importantes, no suponen un caladero de votos a nivel español, no tienen valía para aquellos que usan su demagogia para convencer a los ciudadanos.

Y a todo esto, España se apunta a esta guerra con una extraña forma de hacer las cosas: Francia se coloca en primera línea, haciendo hincapié en esa foto, mientras que los españoles vamos cerrando el convoy, como queriendo estar pero sin llegar, como figurantes en una guerra que pueda darnos o quitarnos, y para la cual debemos tener argumentos contradictorios.

España, según Blanco, trabaja “no para iniciar una guerra sino para acabar con ella”. Alguien debería decirle que España ha provisto de armamento a Libia durante estos últimos años, por lo que, en mi opinión, lo de desvincularse ahora de un conflicto al que nosotros hemos armado no es muy elegante.

martes, 8 de marzo de 2011

Rehenes de un derecho

El preaviso de convocatoria de huelga en AENA para los próximos meses por la privatización del ente ha desatado la ira de muchos sectores, afectados todos ellos por las diferentes circunstancias acaecidas en las pasadas temporadas turísticas. El sector turístico será el más golpeado por estos paros sindicales, y a su vez dejará escapar la oportunidad que se había creado en base a los conflictos en el norte de África, de los cuales Canarias, por ejemplo, ha salido muy beneficiada.

Pedirle a los sindicatos que actúen con responsabilidad es, cuanto menos, querer sacar de donde no hay. Pretender que los trabajadores comprendan una situación en la que, con toda seguridad, se produzcan recortes de personal, y optimización del mismo, es también una difícil labor.

Pero lo cierto es que el anuncio de huelga llega tras un intento de negociación que se ha encontrado, por parte de AENA, un muro inamovible que no ha tenido ninguna predisposición al diálogo constructivo. Posiblemente la huelga es el último recurso de esos trabajadores, mejor o peor utilizado, pero legal a todas luces.

Todos hemos saltado a la espalda de los derechos de estos trabajadores, intentándoles clavar el puñal de nuestra crítica, de nuestra incomprensión, por ver de nuevo nuestro bienestar truncado. Periodistas solicitando de nuevo el Estado de alarma, políticos demonizando a los que simplemente hacen uno de unos derechos que todos tenemos, nos parezca más o menos ético y responsable.

¿Se imaginan una huelga de periodistas que se lleve a cabo en horario de mínima audiencia, o huelga de panaderos a las 6 de la tarde?. Mientras no haya una ley que regule el derecho de huelga, y sus consecuencias, los patrones de conducta estarán a elección de los trabajadores y sus delegados (que no representantes) sindicales, y los ciudadanos deberemos soportar los perjuicios que nos provoquen la defensa de los derechos que entre todos nos hemos dado. Si estamos de acuerdo en cambiarlos, ya estamos tardando.

jueves, 3 de marzo de 2011

Bendito Carnaval

Un carnaval es una celebración pública, que combina elementos festivos en las calles con los mensajes críticos y realidades sociales del momento. Su característica común suele ser la permisividad y un cierto descontrol, que invita a desinhibirse.

En Madrid, este año, la temática del carnaval va a girar en torno a la locura, y sus bailes de máscaras tendrán su base en el circo, y su famoso “Pasen y vean”, tan típico y tan realista.

Y en esas, estoy impaciente por saber qué será de los miembros del Gobierno durante esos días de carnaval, ellos que llevan dos legislaturas vistiendo máscaras, ellos que impregnan de locura y sinsentido todo lo que tocan, ellos, que muestran descontrol y cierta dejadez en lo que se refiere a la gestión de nuestros intereses como ciudadanos.

En este circo gubernamental que nos preocupa, Zapatero es el payaso que, acostumbrado a hacernos reir con sus continuas ocurrencias, es incapaz de tomarse en serio a sí mismo, y por consiguiente, ninguno de los retos que se se avecinan.

Todos damos por hecha su caída, y lo único que nos mantiene atentos es conocer la forma y el momento. Los equilibrios en la cuerda floja se le están haciendo cada vez más difíciles, sobretodo porque algunos de sus allegados, lejos de tenderle la mano, le mueven la cuerda.

Nosotros tenemos la obligación de no aplaudir estas funciones circenses que, día a día, nos desayunamos sin quererlo en los medios de comunicación. De nosotros depende que este circo cierre sus puertas, emigre a otro lugar en el que sus espectáculos no nos ruboricen, y dejar paso a otros artistas de la política, con ideas nuevas, con nuevos proyectos, con la ilusión que eso debe desprender, y que debe servir para contagiar a los ciudadanos del valor de la democracia y su participación.

El carnaval de Madrid cambiará la cara de la ciudad por unos días. En la Moncloa, desde hace tiempo, están instalados en el perpetuo carnaval, y sus miembros juegan al despiste tras sus máscaras.