lunes, 16 de febrero de 2009

Cacería selectiva


La memoria es muy frágil y la demagogia tiene ciertos peligros implícitos, entre los que se encuentra la contradicción histórica. Y es que cuando se defiende algo en contra de alguien, debe hacerse posteriormente, en situaciones similares. Pero eso no parece entenderlo un gobierno que se ha propuesto encontrar el límite de la paciencia de sus votantes. Ya es difícil que alguien que votó al PSOE siga creyendo que es la mejor opción, pero aun quedan incondicionales capaces de velar sus ojos con tal de negar lo innegable.
Hoy se comenta que los agentes del Cuerpo Nacional de Policía que trabajan en Madrid están recibiendo órdenes de sus superiores de aumentar las cifras de detenidos con el arresto de un cupo semanal de extranjeros en situación irregular en cada distrito, y arrestar en otros distritos si no se cumple dicho número. Además, se insta a darle prioridad a los marroquíes, por ser menores los costes de repatriación. En una nota enviada en noviembre de 2008, se le ordenaba a las diferentes comisarías de Madrid que cumplieses dicho objetivo, y sus agentes serían premiados con días libres. Pero esta actuación no es aislada, ni surge de la nada.
El 11 de mayo de 2007, el gobierno de España publicó en el Boletín Oficial del Estado un par de actualizaciones a las normas para turistas extracomunitarios que pretenden ingresar a la zona Schengen por la frontera española. Tales reformas a la ley dieron sus frutos pronto. En 2007, según el Ministerio del Interior español, 24.355 personas fueron rechazadas en las fronteras ibéricas y retornadas a sus países.
Y es que parece ser que nadie reparó en el cambio de política de inmigración que tenía en su mente el presidente del gobierno, cuando decidió nombrar a Corbacho. Las declaraciones y anuncios de Corbacho quedan muy lejos de las apelaciones a la solidaridad que hacía el conciliador Caldera para justificar su política de manga ancha, que permitió la regularización de casi 600.000 inmigrantes. Ni antes todos tan buenos, ni ahora todos tan malos. Solo cabe esperar que el tema de la inmigración se trate con mayor tacto del que acostumbramos, y contando con las opiniones de todos los implicados.
El inmigrante no debe ser moneda de cambio para ningún proceso electoral, ni victima de las malas decisiones económicas de ciertos ministros, y mucho menos convertirse en un número en una estadística. ¿Qué otros tipos de cacería regentan nuestros ministros? ¿ qué medidas atroces se están incentivando entre nuestros agentes de policía? Prefiero no imaginarme cómo hacen los agentes para decidir a quien parar, en quien fijarse, a quien pedirle la documentación. La cantidad de tópicos, de gestos, de incomodidades que va a causar todo esto.

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