Las campañas publicitarias están diseñadas de forma estratégica para lograr unos objetivos concretos, y si se trata de una campaña con algún tinte político-administrativo, suele ir acompañada de un elevado presupuesto para su puesta en funcionamiento.
El dinero público, acusado a veces de no tener dueño conocido, sirve en ocasiones para rizar el rizo del despropósito y demostrar el grado de competencia de nuestros representantes. De hecho, lo más sorprendente de todo esto es que ya no nos sorprende; hemos aceptado la incompetencia como característica innata en nuestros gobernantes. Y mientras tanto, ellos se miran en el espejo ajeno siempre que pueden, buscando reflejos de una imagen que no poseen.
Son muchos los casos que estos últimos meses nos bombardean con sus errores de forma, sus imperdonables e incomprensibles meteduras de pata que solo pueden entenderse desde la falta de rigor e interés por el trabajo realizado, y mucho menos, respeto por el dinero que se invierte en dichos trabajos.
Desde la catedral de Palma bañada en su base por el río Guadalquivir, pasando por las campañas de la Costa Brava en las que aparecen imágenes de las Bahamas, o la que aparece en el programa distribuido con motivo del Fòrum Gastronòmic Girona 09 donde se ha retocado una foto de una playa australiana insertando los logos del forum en las camisetas de los protagonistas.
Pero hay una que me llama especialmente la atención, por las dobles lecturas que pudiera inducir. Se trata de la trilogía de la última campaña del PNV para las elecciones vascas:
- El primero de los anuncios recrea la llegada de una mujer embarazada a un hospital madrileño, pero en el que se colocaron como atrezzo varios paneles de Osakidetza. Tras dar a luz, la protagonista afirma que para el futuro de su hijo quiere alguien con experiencia, en quien confiar.
- En el segundo vídeo, rodado en las montañas segovianas que simulan ser vascas, unos escaladores, al coronar la cumbre, enarbola una ikurriña, mientras animan a votar a quien nos está llevando a lo más alto.
- El último anuncio, rodado en un simulador de vuelo de Iberia, un viajero apuesta por un piloto con muchas horas de vuelo, con el mejor equipo y que nos dé seguridad, e insiste en que hay que votar a la persona en la que se puede confiar.
Lo peor no es sólo la falta de rigor y capacidad del equipo que diseña, ejecuta y pone en marcha esos anuncios, sino la ineficacia de los que los contratan, haciendo uso de dinero público sin unas mínimas garantías, de los que revisan y aprueban dichos trabajos, de todos esos consejeros que tienen como única dedicación la promoción de su trabajo.
miércoles, 4 de marzo de 2009
Campañas con photoshop
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