Se denomina así al movimiento que un cuerpo sufre cuando cae desde una altura sin resistencia, hacia el suelo. Este término podría aplicarse al sector aeronáutico balear, que preso del fantasma de las ERE está haciendo borrón y cuenta nueva, machacando a su paso las estrcuturas de algunas compañías, y las vidas de muchos de sus trabajadores.
Hoy se ha sabido en qué va a consistir la ERE presentada por Futura, y de la desesperante cifra de 1150 sobre 1200 que se barajaba, resulta que han rizado el rizo y son la totalidad de la plantilla la que viene reflejada en esa ERE. De esta forma, y aunque su filial, hasta día de ayer, siga operando, Futura lanza la pelota al tejado del gobierno, y es Fogasa quien va a tener que hacerse cargo de las indemnizaciones de dichos trabajadores.
El problema está en si Futura, una vez pasada esta mala racha, y si recibe de nuevo la licencia (cosa muy probable), pueda volver a operar, bien con su nombre actual, bien con el nombre que estimen oportuno. Si fuese así, estás ERE que hoy se plantean no serían más que herramientas para depurar empresas sin riesgo alguno para el empresario, ya que al no disponer de recursos para indemnizar a sus trabajadores, eso pasaría a manos de Fogasa. El empresario, en cambio, haciendo uso de las mil y una artimañas que todos ya conocemos, podría perfectamente presentar Air Futura, o New Futura, o Futurair en un plazo de unos meses, con los mismos accionistas, los mismos aviones y posiblemente algunos de los trabajadores antiguos.
Esperemos que no sea así y que todos sean conscientes que no estamos hablando de números, de beneficios ni de balanzas, estamos hablando de 1200 personas, que han ayudado a levantar una empresa, y que ahora necesitan que alguien les ayude a ellos.
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