Tras una semana en la que diversos dirigentes nacionalistas se han dedicado a mostrar su apoyo público a selecciones nacionales diferentes a la española, en la que el segundo plan soberanista sigue germinando en las mentes de los amigos de los terroristas, la realidad ha vuelto a poner las cosas en su sitio.
Las calles de todas las ciudades españolas se vistieron ayer del rojo pasional de la selección, que nos dio una alegría a pesar de las malas vibraciones que debían recibir de según que personajes. Y es que algunos siguen empeñados en hacer de cualquier cosa una herramienta política, y de exprimir hasta el último de los gestos para argumentar lo ilógico, para legitimar lo irracional.
El panorama a partir de hoy no es mucho mejor. Una selección que va a jugar con las ilusiones de la mayoría de los españoles pegadas a sus botas, impregnadas en sus camisetas, sean del color que sean, mientras algunos, y no miro a Joan Puig, no sabrán a qué selección animar. Quizás no vea el partido, no sólo porque los finalistas sean Alemania y España, que ya es mala suerte, sino porque Cuatro no se ha dignado a retrasmitirlo en Catalán, para favorecer a las culturas más inferiorizadas.
Quizás nadie se acordó de enviarle la carta a Cuatro animándole a retrasmitir en la lengua de Puigcercós o en la de Urkullu, quizás estaban todos animando a Rusia y no se acordaron. Aún están a tiempo.
Las calles de todas las ciudades españolas se vistieron ayer del rojo pasional de la selección, que nos dio una alegría a pesar de las malas vibraciones que debían recibir de según que personajes. Y es que algunos siguen empeñados en hacer de cualquier cosa una herramienta política, y de exprimir hasta el último de los gestos para argumentar lo ilógico, para legitimar lo irracional.
El panorama a partir de hoy no es mucho mejor. Una selección que va a jugar con las ilusiones de la mayoría de los españoles pegadas a sus botas, impregnadas en sus camisetas, sean del color que sean, mientras algunos, y no miro a Joan Puig, no sabrán a qué selección animar. Quizás no vea el partido, no sólo porque los finalistas sean Alemania y España, que ya es mala suerte, sino porque Cuatro no se ha dignado a retrasmitirlo en Catalán, para favorecer a las culturas más inferiorizadas.
Quizás nadie se acordó de enviarle la carta a Cuatro animándole a retrasmitir en la lengua de Puigcercós o en la de Urkullu, quizás estaban todos animando a Rusia y no se acordaron. Aún están a tiempo.
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