martes, 24 de agosto de 2010

Un conflicto que nunca se resuelve

Ciertamente desesperante es descubrir, entre otras tantas noticias del panorama internacional, unas líneas que documentan la agresión marroquí a varios activistas saharauis en la madrugada de ayer. Es insólito leer y observar las atrocidades que llevan a cabo la policía marroquí, con el beneplácito de su régimen.

Pero sobre todo, aterra descubrir como nuestro gobierno, tan de políticas sociales como dicen ser, tan a favor de la integración y de la cooperación, tan volcado con la igualdad y la protección de las minorías, no hace absolutamente nada frente a los acontecimientos acaecidos en el Barrio de Maatala, en el Aaium ocupado: Activistas defensores de los Derechos Humanos, recién llegados de participar en la Universidad de Verano de Boumerdas, en Argelia, que son recibidos como héroes por sus conciudadanos, pero a la vez, como villanos por las autoridades que rodeaban la zona, porras en mano, que no tardaron en allanar varias de las casas en las que se habían refugiado los 4 activistas defensores de los Derechos Humanos. Incluso los turistas emplazados en la zona fueron agredidos, antes y después de haber sido identificados como tales.

Todo esto mientras la zona estaba literalmente bloqueada por los servicios de inteligencia marroquí: Democracia en estado puro, estilo propio…y Rubalcaba mientras tanto acordando con esa misma policía la apertura de comisarias fronterizas para llevar a cabo trabajos conjuntos.

Esta antigua provincia olvidada ya por los políticos españoles, que no por los ciudadanos, vive un momento de conflicto permanente, en el que la autoridad internacional actúa como mero observador pasivo, donde España, en su papel mediador, aplaude desde el silencio todo aquello que no suponga un desembolso de esfuerzos en la zona, aunque para ello deba tragar con imágenes de ocupación violenta de Marruecos.

Todo un pueblo en la búsqueda de una justicia histórica que les permita decidir por sí mismos, sin presiones, en búsqueda de esa libertad que les haga labrar su futuro en la dirección que les interese, y no en ser pisoteados, junto a sus derechos, por los intereses de unos, y el desinterés de los otros.

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