miércoles, 20 de mayo de 2009

REBAJAS DE PLANES Y ABORTO DE IDEAS

El PSOE ha perdido el rumbo a la hora de plantear un sentido de gobierno coherente. Se está dedicando, de un tiempo a esta parte, a maquillar sus propuestas según sea el acompañante de sus desvaríos. El desahogo y el descaro convierten a este gobierno en un barco a la deriva, rodeado en su viajar de todo tipo de piratas que ven en su debilidad una oportunidad de beneficio propio.

El PSOE se ha visto obligado a diluir en lo esencial las propuestas que conformaron la receta estrella del presidente del Gobierno en el pasado Debate sobre el estado de la Nación. De esta forma, apoyado en partidos minoritarios, que como todos sabemos son especialistas cuando se trata de pescar en río revuelto.

En la senda del olvido se han visto deambular las propuestas y planteamientos del presidente: ordenadores portátiles, rebajas en los impuestos de PYMES, deducciones a la compra de vivienda... A la hora de negociar, aborto sus ideas y rebajo la importancia y el interés de sus planes, adaptándolos a los oídos e intereses de los receptores, buscando sogas en las que ahorcarse económicamente, vinieran del color político que vinieran.

El positivismo y la demagogia siguen pilotando la nave en la que el Gobierno nos ha embarcado, desacreditándose a cada paso que dan, volteando el timón según se levante el viento, y deshaciendo y rehaciendo cada día un plan de acción que no cuenta ni siquiera con el apoyo mínimo en el Gobierno. Es una pena que personas como Ramón Jáuregui, que intentó salvar la cara del Ejecutivo insistiendo en su llamamiento al diálogo social, sean relegados al más allá, escondidos en listas electorales que ni siquiera incluyen sus nombres.

Bastó una ligera tos de los sindicatos y de IU para que se rompieran los acuerdos con CIU. Bastó un leve comentario de sus posibles sustentos en el Parlamento para olvidar lo dicho y deshacer lo hecho. El presidente está reforzando su dependencia de unos pocos y su desvinculación de muchos otros. La pena es que todos vuelven dispuestos cuando hay dinero de por medio, y nadie renuncia a una buena financiación, a pesar de los agravios anteriores, a pesar de las mentiras.

Así pues, de nuevo se ha demostrado que más que un Debate sobre el Estado de la Nación, lo acaecido días pasados, y sus resoluciones posteriores, dan forma a lo que podríamos denominar el Estado de Remate de la Nación.

jueves, 14 de mayo de 2009

No se aclaran

Los despropósitos sindicales no tienen límite conocido, y más cuando se trata de asegurar su financiación y sus acuerdos con los diferentes gobiernos, siempre de izquierdas. En ellos se hace presente esa máxima de “Lo que importa no es lo que se dice, sino quién lo dice”.

Y en estas últimas semanas, ni siquiera es importante lo que se dice, sino dónde se dice. El caso es que estamos viendo a los dirigentes de los diferentes sindicatos de las islas aparecer en actos de apoyo a la lengua como herramienta de convivencia y cohesión social, patrocinado por la OCB (conocida por buscar la cohesión, sin lugar a dudas), cuando días antes declaraba abiertamente que no apoyaban el decreto del catalán. Quizás las diferentes federaciones, más en contacto con los trabajadores, tienen una visión real de los conflictos lingüísticos que se crean ante decretos como el ya mencionado, mientras que los dirigentes están más por la labor de asegurarse los acuerdos, la financiación y las buenas relaciones con las diferentes instituciones, entre las que se incluye la OCB.

Algún sindicato ya emprendió acciones legales en contra del decreto, y otros están estudiando la viabilidad de hacerlo. Seguramente todo esto se disipará en la nada, se pactará en altas esferas y se llevará al ritmo que marquen los que nada tienen que ver con la realidad laboral de la sanidad en nuestras islas.

Los sindicatos, como los actuales líderes políticos de nuestras islas, viven en una realidad paralela, y en ella resuelven sus conflictos con el idioma que mejor se les da, el económico.

Entre pitos y flautas

Desconfíen de todo aquel que se esconda detrás del ruido para hacer valer sus ideales, seguramente es el recurso último del que no tiene recursos

Los españoles seguimos tirando de tópico para autodefinirnos, para reeditar antiguas versiones de nosotros mismos que algunos querríamos dejar atrás. Ayer, el país se movilizó ante un partido de fútbol, que era más simbólico que deportivo. La casualidad hizo que coincidiera en tiempo con el debate del estado de la Nación, por lo que la comparativa, me imagino, es obligada.

Y puestos a comparar, se me ocurre que las aficiones que ayer noche pitaban al escuchar el himno del país donde residen, en presencia del jefe del Estado que da nombre a la competición que fueron a presenciar, me hace pensar que el horario nocturno, en el deporte, hace que se enciendan los instintos más irracionales de los que acuden a presenciarlos. Quizás el carácter nacionalista de las dos aficiones, hermanadas entre sí por un extraño sentimiento de solidaridad entre dos que se creen iguales, hizo que TVE intentase ocultar bajo un primario truco de realización la tremenda pitada que se le propinó al himno.

Los políticos, forofos declarados como pudimos ver ayer entre debate y debate, no se quedan atrás en el uso de sus instintos cual afición irracional. El debate, en sus inicios, fue una batalla de aficiones: las palabras y los argumentos no tenían importancia. Toda residía en el guiño, en la palabra clave que desatase el aplauso ferviente de sus seguidores. Hubo incluso quien contabilizó el tiempo de aplausos tras cada intervención para adivinar quién iba a ser el vencedor del debate. Eso dejaba fuera de la lista de ganadores a interventores tan hábiles como Durán y Lleida o Rosa Díez.

El árbitro puso fin ayer a una cadena de despropósitos, a un partido que antes de iniciarse ya sabíamos cómo iba a acabar. El presidente del congreso puso fin ayer, antes de lo previsto, un debate que no tuvo inicio, pues fue continuación de lo de siempre, y que acabo cuando se encendieron los instintos por la razón que sigue moviendo las pasiones de los españoles. El debate político, sin vencedores, pero con todos vencidos, dejó paso a la batalla entre el deporte y la sinrazón. Ayer noche, por suerte o por desgracía, ganaron los dos.