La visita de la señora Merkel debe estar siendo un quebradero de cabeza para los miembros del gobierno, que buscarán plagar de fotografías esas horas en las que nuestra socia alemana se paseará por nuestras instituciones en busca de los resultados que se le exigieron a nuestro país hace ya unos meses.
El caso es que la visita no llega en el mejor momento, y quizás por ello hay que evitar que la señora Merkel haga cualquier tipo de pregunta; lo importante es dárselo todo mascado, no dejar espacio para la improvisación, no permitirle ahondar en algunos de los datos maquillados que le demos., y sobre todo, no dejar a su alcance ningún periódico ni pantalla de televisión en la que pueda descubrir que muchos de nuestros políticos autonómicos siguen sin haber entendido bien eso de la austeridad.
Porque a alguien se le ocurre pensar qué ocurriría si descubre que el mismo día que se firma ese pacto en la Moncloa, la cifra de parados nos demuestra que ninguna de las medidas tomadas está surgiendo efecto. O peor aún, qué ocurriría si descubriese que en esa mesa los españoles no estábamos representados, que el Congreso de los diputados no estaba presente en ese pacto que ha de ser tan importante para nuestro futuro.
Quizás hubiese sido mejor que la visita se hubiese desarrollado en nuestra isla, en Mallorca, que ha demostrado ser más acogedora con los hermanos germanos. Aunque pensándolo bien, imagínense que en esa visita va y se reúne con el señor Middelman, y éste le comenta que, en época de crisis, cuando todas las compañías salen huyendo de nuestras islas para buscar amparo en empresarios y gobiernos que les financien, van y le incitan a utilizar el catalán en sus vuelos, con el sobrecoste que ello supone.
Mejor será que la recojan en la escalerilla del avión, la lleven a un tablao flamenco y le pongan ciega a embutidos y caldos de la tierra. Volverá a Alemania con la misma idea de fracaso de nuestro gobierno, pero al menos con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Si, además, le dejamos vendernos los beneficios de la competitividad en el mercado de trabajo, y llevarse a con ella a nuestros mejores profesionales, para una de las dos partes, la visita habrá valido la pena.
El caso es que la visita no llega en el mejor momento, y quizás por ello hay que evitar que la señora Merkel haga cualquier tipo de pregunta; lo importante es dárselo todo mascado, no dejar espacio para la improvisación, no permitirle ahondar en algunos de los datos maquillados que le demos., y sobre todo, no dejar a su alcance ningún periódico ni pantalla de televisión en la que pueda descubrir que muchos de nuestros políticos autonómicos siguen sin haber entendido bien eso de la austeridad.
Porque a alguien se le ocurre pensar qué ocurriría si descubre que el mismo día que se firma ese pacto en la Moncloa, la cifra de parados nos demuestra que ninguna de las medidas tomadas está surgiendo efecto. O peor aún, qué ocurriría si descubriese que en esa mesa los españoles no estábamos representados, que el Congreso de los diputados no estaba presente en ese pacto que ha de ser tan importante para nuestro futuro.
Quizás hubiese sido mejor que la visita se hubiese desarrollado en nuestra isla, en Mallorca, que ha demostrado ser más acogedora con los hermanos germanos. Aunque pensándolo bien, imagínense que en esa visita va y se reúne con el señor Middelman, y éste le comenta que, en época de crisis, cuando todas las compañías salen huyendo de nuestras islas para buscar amparo en empresarios y gobiernos que les financien, van y le incitan a utilizar el catalán en sus vuelos, con el sobrecoste que ello supone.
Mejor será que la recojan en la escalerilla del avión, la lleven a un tablao flamenco y le pongan ciega a embutidos y caldos de la tierra. Volverá a Alemania con la misma idea de fracaso de nuestro gobierno, pero al menos con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Si, además, le dejamos vendernos los beneficios de la competitividad en el mercado de trabajo, y llevarse a con ella a nuestros mejores profesionales, para una de las dos partes, la visita habrá valido la pena.
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