lunes, 8 de marzo de 2010

Discursos con sentido de Estado

De vuelta de mi viaje por la República Oriental del Uruguay, vuelvo con un discurso que, en contenido, podría formar parte esencial de cualquier código ético, político o no.

Cuando un cargo electo inicia su andadura con palabras como las que adjunto, recibe el apoyo de toda la cámara que escucha ese discurso. Porque habla de unión, de buscar lo que une, de guiarse en la Constitución como marco, guía, contrato, de seguirla como un programa de gobierno. Porque habla de crear condiciones políticas que den estabilidad a un gobierno, independientemente de que éste vaya cambiando de color o de número, que deja cerrados temas como la educación de la mano de todos, y con la opinión mayoritaria, que crea túneles por los que pasan los grandes temas de Estado…

Pues lo dicho. Os doy unas pinceladas de lo que, para mi, forma parte desde ya de mi argumentarlo político.

“Por mi parte, desearía que el título de "electo" no desapareciera de mi vida de un día para otro. Tiene la virtud de recordarme a cada rato que soy presidente sólo por la voluntad de los electores. "Electo" me advierte que no me distraiga y recuerde que estoy mandatado para la tarea. No en vano, el otro sobrenombre de los presidentes es "mandatario".

“La Constitución es un marco, una guía, un contrato, un límite que encuadra a los gobiernos. “

Ese es su propósito principal. Pero es también un programa, que nos ordena cómo comportarnos, en cuestiones que tienen que ver con la esencia de la vida social Por ejemplo, nos manda literalmente evitar que las cárceles sean instrumentos de mortificación.
O nos dice NO reconocer ninguna diferencia de raza, género o color.

¡Cuánta deuda tenemos aún con la constitución!!

¡Con qué naturalidad la desobedecemos!

“Para mí, gobernar empieza por crear las condiciones políticas para gobernar. Y gobernar, para generar transformaciones hacia el largo plazo, es más que nada crear las condiciones para gobernar 30 años con políticas de estado. Me gustaría creer, que esta de hoy, es la sesión inaugural de un gobierno de 30 años.

No míos, por supuesto, ni tampoco del Frente Amplio, sino de un sistema de partidos, tan sabio y tan potente, que es capaz de generar túneles herméticos que atraviesan las distintos presidencias de los distintos partidos ,y que por allí, por esos túneles, corren intocadas las grandes líneas estratégicas de los grandes asuntos.

Asuntos como la educación, la infraestructura, la matriz energética o la seguridad ciudadana.

Esto no es una reflexión para el bronce ni para la posteridad. Es una formal declaración de intenciones. Me estoy imaginando el proceso político que viene, como una serie de encuentros, a los que unos llevamos los tornillos y otros llevan las tuercas. Es decir, encuentros a los que todos concurrimos, con la actitud de quien está incompleto sin la otra parte.

Puede ser que el gobierno tenga más tornillos que nadie, más tornillos que el Partido Nacional, más que el Partido Colorado, más que los empresarios y más que los sindicatos… ¿Pero de qué nos sirven los tornillos sueltos, si son incapaces de encontrar sus piezas complementarias.

Hace rato que todos aprendimos que las batallas por el todo o nada, son el mejor camino para que nada cambie y para que todo se estanque. Nada de esto se consigue a los gritos. Basta mirar a los países que están adelante en estas materias y se verá que la mayor parte de ellos tienen una vida política serena.

Por su parte el Frente Amplio, eterno desafiante y ahora transitorio campeón, tuvo que aceptar duras lecciones, no ya de los votantes sino de la realidad. Descubrimos que gobernar era bastante más difícil de lo que pensábamos, que los recursos fiscales son finitos y las demandas sociales infinitas, que la burocracia tiene vida propia, que la macroeconomía tiene reglas ingratas pero obligatorias.

Los gobernantes deberíamos ser obligados todas las mañanas a llenar planas, como en la escuela, escribiendo 100 veces, "debo ocuparme de la educación" porque allí se anticipa el rostro de la sociedad que vendrá. De la educación dependen buena parte de las potencialidades productivas de un país. Pero también depende la futura aptitud de nuestra gente para la convivencia cotidiana.

3 comentarios:

Carlos Fdez. Ocón dijo...

Joder que bueno! Hay que hacer fotocopias y repartirlas...en el parlamento y el senado (por lo menos).

Jose Luis Cortes dijo...

A veces latinoamérica nos da lecciones de superación de la que estamos muy lejos. Senadores y diputados mucho más cercanos, a lo que puedes ir a visitar, que pasean y comen a tu lado, que se implican en la vida cotidiana para poder decidir sobre ella.

Anónimo dijo...

Muy cambiado vienes tu cada vez que te vas para allá...un día no vuelves. Por cierto, muy de acuerdo. De guerrillero tupamaru a presidente de la república. Aqui la metamorfosis será inversa: de mosquita muerta a verdugo del país.