Si hiciésemos la prueba de salir a cualquier calle de nuestra ciudad, abordar a un ciudadano cualquiera, y preguntarle acerca del Palacio de Congresos o la reconversión de Playa de Palma, nos daríamos cuenta de lo difícil que le resulta a la ciudadanía comprender el devenir de las decisiones acerca de los proyectos que se llevan a cabo en su ciudad.
Planificación, proyecto, inversión, críticas, revisión del proyecto y nueva inyección de capital, conflicto, estudio, diálogo, y nueva inyección de capital. Y mientras tanto, el tiempo pasa sobre unas obras que no se sabe muy bien si van a ser o no rentables. Y mientras tanto, los vecinos de los barrios afectados sumidos en la inseguridad de saber si la reconversión avanza o se desinfla. Decisiones en 2010 que nos devuelven a 2003.
Está paralización de la reconversión de la Playa de Palma no es sólo una piedra en el camino hacia el final de un objetivo, sino que simboliza la nefasta gestión de nuestros políticos, sobretodo en lo que respecta a la toma de decisiones para y por el interés de sus ciudadanos, aunque para ello se deba dejar de lado intereses individuales o empresariales.
No se puede reformar a gusto de todos, y menos si el proyecto inicial no tuvo en cuenta a todos esos que ahora pretenden tener voz en su desarrollo. El orden, en estos casos, evitaría gastos innecesarios, incertidumbre, y pérdidas de tiempo. Playa de Palma es un problema de carácter electoral, y se ha perdido la visión productiva y de mejora que dio pie al planteamiento de la reconversión. De nada sirve los acuerdos políticos tras el desencuentro, de nada sirve la cantidad ingente de profesionales que le han dedicado meses a conformar un proyecto coherente, de nada sirve todo ese tiempo en el que los empresarios no han podido reformar sus establecimientos. Vuelta a empezar.
Si esto sigue así, me imagino a todos los implicados en dicho conflicto resolviendo sus desavenencias en alguna de las salas de actos del nuevo Palacio de Congresos, o en el restaurante de la pista de Fórmula 1 de Son Granada, o quizás en algún resort de próxima construcción que aún no ha sido planificado. Esta reconversión va tomando la forma de todas las obras públicas de Palma: derroche de dinero y de tiempo, intereses dispares, faraónicos proyectos que dan lugar a algo que a nadie sirve, y una sensación ciudadana de incomprensión que les despega aún más de sus representantes.
Planificación, proyecto, inversión, críticas, revisión del proyecto y nueva inyección de capital, conflicto, estudio, diálogo, y nueva inyección de capital. Y mientras tanto, el tiempo pasa sobre unas obras que no se sabe muy bien si van a ser o no rentables. Y mientras tanto, los vecinos de los barrios afectados sumidos en la inseguridad de saber si la reconversión avanza o se desinfla. Decisiones en 2010 que nos devuelven a 2003.
Está paralización de la reconversión de la Playa de Palma no es sólo una piedra en el camino hacia el final de un objetivo, sino que simboliza la nefasta gestión de nuestros políticos, sobretodo en lo que respecta a la toma de decisiones para y por el interés de sus ciudadanos, aunque para ello se deba dejar de lado intereses individuales o empresariales.
No se puede reformar a gusto de todos, y menos si el proyecto inicial no tuvo en cuenta a todos esos que ahora pretenden tener voz en su desarrollo. El orden, en estos casos, evitaría gastos innecesarios, incertidumbre, y pérdidas de tiempo. Playa de Palma es un problema de carácter electoral, y se ha perdido la visión productiva y de mejora que dio pie al planteamiento de la reconversión. De nada sirve los acuerdos políticos tras el desencuentro, de nada sirve la cantidad ingente de profesionales que le han dedicado meses a conformar un proyecto coherente, de nada sirve todo ese tiempo en el que los empresarios no han podido reformar sus establecimientos. Vuelta a empezar.
Si esto sigue así, me imagino a todos los implicados en dicho conflicto resolviendo sus desavenencias en alguna de las salas de actos del nuevo Palacio de Congresos, o en el restaurante de la pista de Fórmula 1 de Son Granada, o quizás en algún resort de próxima construcción que aún no ha sido planificado. Esta reconversión va tomando la forma de todas las obras públicas de Palma: derroche de dinero y de tiempo, intereses dispares, faraónicos proyectos que dan lugar a algo que a nadie sirve, y una sensación ciudadana de incomprensión que les despega aún más de sus representantes.
2 comentarios:
Interesante reflexión José Luis. Nos alegra saber que el plan de revalorización de la Platja de Palma te interesa tanto como a nosotros.
¡Saludos!
Me interesan todos aquellos proyectos que beneficien a conjunto de los ciudadanos, siempre y cuando se hagan como es debido.
Saludos
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