Las noticias que sitúan a UM fuera del pacto para volver a gobernar en coalición con el PSOE en el Consell de Mallorca me han hecho recordar la vieja parábola del hijo pródigo. Si hacemos un poco de memoria, UM fue como aquel hijo que desapareció un día de la vida del gran padre protector, con el cual compartía riquezas, para buscarse la vida en virtud de sus beneficios electorales.
Recorrió caminos de la mano de otros, a los que aceptó como sus compañeros de viaje, llegando a renegar para ello de la que había sido su familia política. Y así fue durante unos años en los que la buena situación económica y la tranquilidad a nivel político favorecieron las buenas relaciones.
Pero llegaron tiempos de inestabilidad, y a UM le salpicaron diferentes escándalos políticos, personalizados en varios de sus dirigentes. Y fue ahí cuando sus compañeros de viaje empezaron a hacerle de lado, ninguneándolos para que no se les confundiera con ellos, para que la opinión pública tuviese claro quiénes habían sido imputados por diferentes causas, y quiénes no.
Y fue ahí cuando UM se dio cuenta de que seguía teniendo una llave maestra, que todo lo abre, que hace que todos los demás se pongan a temblar en cuanto le ven con ella en las manos.
Por eso, en este caso, la parábola del hijo pródigo tiene un final más aterrador incluso que el de compartir con los que se llevaron todo y no compartieron. Esta vez el hijo pródigo vuelve para llevarse lo que dejó, para dejar claro que un puñado de votos significan el poder absoluto en unas islas en las que todos somos pocos contra unos cuantos.