A veces la historia hace que tengamos que recordar de manera negativa ciertos acontecimientos que ocurren, y que en su momento parecen carecer de importancia, pero que pasado un tiempo, se antojan especialmente complicados y difíciles de digerir.
Es, en mi opinión, el caso de algunas instituciones, personalidades y personajes que se han llenado la boca durante mucho tiempo apoyando causas extremistas y cediendo locales para charlas en las que se ha hecho apología de la libertad ganada a través de la fuerza, sea o no legitima, del pueblo.
Hace ya algunos meses mostraba mi asombro ante una serie de reacciones del señor Mascaró, párroco de San Bernat de la Real, ya que creía que sus creencias políticas y/o lingüísticas estaban siendo impuestas a los creyentes que allí se acercaban a celebrar. Quizás, como maticé en su momento, el hecho de que el monasterio esté ocupado por la Orden de los Sagrados Corazones, simpatizantes de formaciones afines al nacionalismo catalán y mallorquín, y que en él se hayan pronunciado conferencias llevadas a cabo por personajes como Iñaki Gil de San Vicente (ex batasuno) si podía ser comentable.
Hoy es uno de esos días en los que todos se suman al dolor, a las condolencias a los afectados, en los que todos nos sentimos partes de un todo, afectados todos por el dolor de quienes lo han vivido de cerca. Hoy los mallorquines, y los que sin serlo están en la isla, han visto muy de cerca la cara más amarga del miedo, porque se han sentido inseguros, incluso en sus propias casas. Hasta ahora habíamos visto los toros desde un tranquilo palco, pero ahora estamos nosotros en la plaza, sin capote, ni espada, ni nada que nos sirva para defendernos de un animal que viene con los cuernos afilados, y que posiblemente lleva mucho tiempo estudiándonos.
Hoy es el día en que muchos que han jugado con medias tintas agacharán la cabeza por no ser reconocidos, en el que muchas personas que han apoyado ciertas posturas radicales intentarán que eso no se recuerde demasiado, e incluso acudirán a actos en los que se condenen las horas de terror que han hecho pasar estos radicales a la ciudadanía mallorquina.
A veces son necesarias barbaridades como estas para que los que opinan sobre problemas que creen alejados, se encuentren con el problema de frente, con la verdad de las cosas tal cual se la habían intentado contar los que no fueron escuchados. A veces, y duele reconocerlo, solo entendemos el dolor a través del dolor, y nos solidarizamos de palabra pero no somos conscientes de lo que eso significa. Hoy toda España se solidariza con Palma de Mallorca, y hace unos días con Palma Nova. Hoy hay un país que nos tiende la mano, como parte de un todo que no deberíamos de menospreciar, aunque algunos estén empeñados en emprender de nuevo la marcha hacia el alejamiento.
Es, en mi opinión, el caso de algunas instituciones, personalidades y personajes que se han llenado la boca durante mucho tiempo apoyando causas extremistas y cediendo locales para charlas en las que se ha hecho apología de la libertad ganada a través de la fuerza, sea o no legitima, del pueblo.
Hace ya algunos meses mostraba mi asombro ante una serie de reacciones del señor Mascaró, párroco de San Bernat de la Real, ya que creía que sus creencias políticas y/o lingüísticas estaban siendo impuestas a los creyentes que allí se acercaban a celebrar. Quizás, como maticé en su momento, el hecho de que el monasterio esté ocupado por la Orden de los Sagrados Corazones, simpatizantes de formaciones afines al nacionalismo catalán y mallorquín, y que en él se hayan pronunciado conferencias llevadas a cabo por personajes como Iñaki Gil de San Vicente (ex batasuno) si podía ser comentable.
Hoy es uno de esos días en los que todos se suman al dolor, a las condolencias a los afectados, en los que todos nos sentimos partes de un todo, afectados todos por el dolor de quienes lo han vivido de cerca. Hoy los mallorquines, y los que sin serlo están en la isla, han visto muy de cerca la cara más amarga del miedo, porque se han sentido inseguros, incluso en sus propias casas. Hasta ahora habíamos visto los toros desde un tranquilo palco, pero ahora estamos nosotros en la plaza, sin capote, ni espada, ni nada que nos sirva para defendernos de un animal que viene con los cuernos afilados, y que posiblemente lleva mucho tiempo estudiándonos.
Hoy es el día en que muchos que han jugado con medias tintas agacharán la cabeza por no ser reconocidos, en el que muchas personas que han apoyado ciertas posturas radicales intentarán que eso no se recuerde demasiado, e incluso acudirán a actos en los que se condenen las horas de terror que han hecho pasar estos radicales a la ciudadanía mallorquina.
A veces son necesarias barbaridades como estas para que los que opinan sobre problemas que creen alejados, se encuentren con el problema de frente, con la verdad de las cosas tal cual se la habían intentado contar los que no fueron escuchados. A veces, y duele reconocerlo, solo entendemos el dolor a través del dolor, y nos solidarizamos de palabra pero no somos conscientes de lo que eso significa. Hoy toda España se solidariza con Palma de Mallorca, y hace unos días con Palma Nova. Hoy hay un país que nos tiende la mano, como parte de un todo que no deberíamos de menospreciar, aunque algunos estén empeñados en emprender de nuevo la marcha hacia el alejamiento.