Imaginar una situación como la del alumno ibicenco al que le deniegan el uso de su idioma materno en un examen era, a mi entender, algo que ya habíamos superado hace muchos años, que mi generación y las venideras no tendría que vivir, y que formaría parte de esos recuerdos que nos cuentan nuestros mayores y nos resultan tan lejanos.
Pero parece ser que debemos estar preparados para cualquier cosa. Y la verdad, no me extraña. Quien conoce un poco las facultades de Magisterio en Baleares sabe de sobra que los alumnos entran buscando un título que les permita educar, y salen como un afiliado virtual al nacionalismo catalán, sin apenas formación didáctica.
La directora del centro donde han ocurrido los hechos recuerda que el proyecto lingüístico del centro prevé impartir casi todas las asignaturas en catalán, y que el alumno pretendía responder al examen en castellano. El padre del alumno cree que con esas actuaciones se vulneran los derechos del niño. Y todo esto en un colegio llamado Cervantes…
No tengo ninguna duda que este fanatismo lingüístico, unido al bajo nivel del profesorado y de la falta de criterios de valoración adecuados son factores que influyen negativamente en la calidad educativa de nuestras islas. No basta con dedicar más dinero a educación, no basta con tener profesores formados en conocimientos, sino también en didáctica y en valores. No es posible que una profesora haga avergonzar a un alumno porque habla en castellano en casa. A esa profesora nadie le ha enseñado que encerrándose en una isla de sonidos dejas de escuchar otros quizás más bonitos, seguramente enriquecedores.
En estos casos se pone en juego la libertad de elección, y no la lengua de comunicación en la que defiendas tus libertades. El padre del alumno, haciendo uso de la lógica, ha declarado hoy que “quiero abrirle el mundo a mis hijos, no encerrárselos”. Si por mi fuese, le ofrecería un puesto de profesor en alguna de estas universidades que forman a nuestros profesores. Quizás más gente como él haría que tuviésemos menos gente como esa profesora.
Y a todo esto, el pobre Cervantes no hace uso de tu turno de réplica por miedo a que le critiquen al hacerlo en castellano. Si yo fuese él, me aparecía esta noche a la directora del centro obligándole a cambiarle el nombre.
Pero parece ser que debemos estar preparados para cualquier cosa. Y la verdad, no me extraña. Quien conoce un poco las facultades de Magisterio en Baleares sabe de sobra que los alumnos entran buscando un título que les permita educar, y salen como un afiliado virtual al nacionalismo catalán, sin apenas formación didáctica.
La directora del centro donde han ocurrido los hechos recuerda que el proyecto lingüístico del centro prevé impartir casi todas las asignaturas en catalán, y que el alumno pretendía responder al examen en castellano. El padre del alumno cree que con esas actuaciones se vulneran los derechos del niño. Y todo esto en un colegio llamado Cervantes…
No tengo ninguna duda que este fanatismo lingüístico, unido al bajo nivel del profesorado y de la falta de criterios de valoración adecuados son factores que influyen negativamente en la calidad educativa de nuestras islas. No basta con dedicar más dinero a educación, no basta con tener profesores formados en conocimientos, sino también en didáctica y en valores. No es posible que una profesora haga avergonzar a un alumno porque habla en castellano en casa. A esa profesora nadie le ha enseñado que encerrándose en una isla de sonidos dejas de escuchar otros quizás más bonitos, seguramente enriquecedores.
En estos casos se pone en juego la libertad de elección, y no la lengua de comunicación en la que defiendas tus libertades. El padre del alumno, haciendo uso de la lógica, ha declarado hoy que “quiero abrirle el mundo a mis hijos, no encerrárselos”. Si por mi fuese, le ofrecería un puesto de profesor en alguna de estas universidades que forman a nuestros profesores. Quizás más gente como él haría que tuviésemos menos gente como esa profesora.
Y a todo esto, el pobre Cervantes no hace uso de tu turno de réplica por miedo a que le critiquen al hacerlo en castellano. Si yo fuese él, me aparecía esta noche a la directora del centro obligándole a cambiarle el nombre.